Los logotipos son parte de las ciudades contemporáneas, las cuales terminan ilustrando así sus calles y avenidas. Plagadas de luces y carteles publicitarios incluso bajo tierra, como es el caso del Metro de Madrid, vigente desde 1919.
En esa fecha cumple un papel fundamental Antonio Palacios, joven arquitecto gallego cuyo objetivo era crear una ciudad más europea, y ahí el metro fue un diseño de su obra magna. Palacios creo una imagen corporativa adaptada a la ciudad, comenzando por diseñar el nuevo emblema para el transporte destinado a ser una seña de identidad perenne.
Se inspiro en el underground de Londres y sus características, es decir, sencillez pero firmeza. Los colores fueron rojo, blanco y azul con una forma cuadrada que se vuelve esférico y cambiando el circulo londinense por un rombo con el mensaje de Metro.
Llegados los 80 era necesaria una remodelación al albor de las modas: se redujo el volumen, las letras además se volvieron minúsculas y los colores se suavizaron.
El objetivo de este emblema siempre ha sido representar un espíritu de la ciudad en pleno movimiento, la fisonomía de conexión, de trazos largos y horizontes difíciles, entre la tradición y la modernidad.
Foto: Metro de Madrid