Hay un nombre que no puede faltar en este repaso a los orígenes de la tipografía y sin el que no podría entenderse su historia: Johann Gutenberg. El inventor de los primeros tipos móviles conocía la técnica de fundir monedas y medallas por lo que para fundir caracteres empezó tallando en relieve cada uno de ellos en un bloque de acero obteniendo así punzones correspondientes a cada letra y signo.
Mas adelante, estampaba esos punzones sobre bloques de metal más blando para convertirlos así en matrices que había que transformar a su vez en moldes. Gracias a eso, el herrero alemán creo la Biblia de las 42 líneas, el primer libro que se imprimió en el mundo occidental además de arruinarse con dicha operación.
Los caracteres usados por Gutenberg en este libro tenían la intención de imitar la caligrafía de los misales de la Iglesias de los Alpes: la letra gótica, que sería más tarde la más utilizada en Alemania.
A pesar de todo esto, en el momento que la imprenta comenzó a extenderse por Europa, la escritura redonda humanística fue la que se impuso.
Sería a finales del siglo XVIII cuando la imprenta ya estaba asentada en Europa con los cinco grandes tipos de familias tipográficas: las romanas, egipcias, palo seco, cursiva o caligráfica y los tipos de fantasía.