Seguimos hablando sobre esos aspectos a tener en cuenta para trasladar nuestras obras a la fase de impresión. Aunque se tratan de pasos sencillos, es importante realizarlos de forma acertada para que el resultado final sea el mismo que teníamos plasmado en la pantalla.
Si anteriormente hablábamos del modo de color, ahora tenemos que hacerlo de la resolución.
Las imágenes y otros elementos gráficos que componen nuestro diseño, deben estar a una resolución mínima de 300ppp/dpi y a su tamaño real de impresión. De lo contrario, obtendremos una imagen borrosa.
Otro elemento muy importante son las fuentes. Esas tipografías utilizadas en el diseño y que dan una seña de identidad al resultado final. En esta fase, hay que poner especial cuidado en convertir el texto o bien incrustar la fuente en el archivo que enviamos a la imprenta evitando así que, al abrir el documento en otro ordenador, nos sustituya la fuente por otra totalmente aleatoria.
No podemos olvidarnos tampoco de los márgenes, siendo recomendable dejar un margen en todo el perímetro del documento de al menos 7mm para no arriesgar contenidos y que quede más profesional.
Finalmente, los sangrados, es decir, tener en cuenta los milímetros de imprecisión de la imprenta. A fin de evitar líneas blancas en los bordes haremos uso del sangrado añadiendo 3-5mm a nuestra imagen, según nos recomiende el responsable de la impresión.